Allá casi en el centro del pueblo se desmorona
lentamente el amado caserón de mis abuelos, su esquelética armazón sufre el
azote violento de la lluvia y el viento, con cada arremetida se llevan como
trofeos un pedazo de aquel refugio, que viera transcurrir la alegría de los
años de infancia, frente a las cenizas de nuestros sueños el corazón se
conturba adolorido y vuelve por el sendero del recuerdo, hasta el lejano ayer
de arribo fácil y de estancia corta.
En ella alumbre con palabras un recuerdo
Descargue mis jornadas
Desenrede mi viento
Bien supe que estuve recogiendo
Mis sombras, mi ruta y mi palabra
Por la calle tendida de algún verso
En el patio el sol escancia sobre los rosales y los
nísperos en flor, penetrando el aire matutino cargado de perfumes campestres,
era de adobe la casa y por sobre el tiempo y el olvido siempre se alzara en mi
mente como un dorado castillo, en el comedor había un armario que se engañaría
el que creyera que solo sabe callar, yo hablaba con él y con el cuco de madera
que ahora ha perdido la voz, aquí un calor dichoso me retiene, las horas cual
hilanderas se entre duermen, mientras mis pensamientos realizan una alquimia
con el tiempo, aunque los años vuelen todo parece eterno.
Veo a mi abuelo Manuel Encarnación sentado a la mesa,
mientras mi adorada abuela Baltazara prepara la cena, todos los nietos sentados
escuchamos al abuelo contar sobre la extraña boda de la nutria y el jabalí,
progenitores del carpincho, acompañados de su comadre la vizcacha que
personifica a la avaricia, mientras el sapo compadrón con el sombrero sobre la
oreja y las manos en los bolsillos se pasea nervioso, lanzando miradas de
soslayo a una víbora viuda y coquetona, que luce su agilidad sobre una rama
seca, en cuyo extremo una araña chismosa con los anteojos en la punta de la
nariz, combina nuevos dibujos para sus telas sutiles, canturreando entre
dientes una vieja canción de amor, que hace sonreír a un anciano lagarto
centenario, a quien la parálisis impide habituales correrías; allá mas al fondo
se ve la luz azulada e intermitente de las luciérnagas, mientras las curiosas
parejas bailan al compás de los mágicos sonidos que las chicharras y los
grillos arrancan a sus flautas sonoras, acompañados de los alegres clarines que
tocaban los mosquitos y abejorros, bajo el rasgueo armonioso de las guitarras
en el que lucían su habilidad las ranas acompañantes.
De repente la música cesa y se apagan las luces, una
masa informe que chillaba comenzó a rodar hacia la puerta, apareciendo con el
poncho arrollado al brazo y en la diestra la uña larga cual cuchillo, un gato
montés a quien atacaban una vizcacha auxiliado por unos cuantos lagartos
turbulentos, la lucha era ruda y el veterano perturbador de bailes y
diversiones llegaba jadeante a la salida, un viejo bagre con la voz cascada de
los años pregunta.
¿Que paso amigo gato?
Estaba bailando con una liebre delicada y en cuanto
la tome de la cintura se echó a gritar, allí no más saltaron los presentes, no
sé porque tanto alboroto si soy un caballero.
Es de noche en sosiego una estrella brilla como una
dulce mirada, a media luz se conversa, de un viaje, de un recuerdo, de una ida
sin retorno, el antiguo reloj de pared aun suena, el tiempo en sus paredes ha
calcado el crepúsculo, pero en la vieja casa hay una parte que amo sobre todas,
donde se confunden los viejos tomos, con mis oscuros libros de estudio y mis
amados libros de poemas.
Quiero pedir ahora
Que me devuelvan
Todas las fragmentarias vidas
Ejecutadas de minutos y de ocasos
El montón derrumbado de mi risa
La pulse con pasos que nadie me devuelve.
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