Era 25 de setiembre
de 1839 y el presidente provisorio de la republica gran mariscal Agustín
Gamarra, puso el cúmplase a la ley dada ese mismo día en el congreso nacional
reunido en la ciudad de Huancayo, donde ordenaba se rindieran homenajes a la
memoria del general y ex presidente de la republica don Felipe Santiago
Salaverry, así como a los jefes y oficiales Peruanos fusilados en la plaza de
armas de Arequipa el 18 de febrero de 1836, también a todos los combatientes
que perecieron en los campos de Yanacocha y Socabaya, defendiendo la integridad
e independencia de la republica durante la guerra de la confederación Perú
Bolivia.
Esta ley dada por el
primer congreso nacional después de la destrucción de la confederación,
disponía que en todas las capitales de departamento y provincia, se celebrara
por cuenta del estado exequias solemnes por el alma de estos patriotas y que
los restos del ilustre general Salaverry fueran colocados en un sepulcro de mármol,
que su esposa e hijos gozaran como pensión de montepío el sueldo íntegro que le
correspondía como general de división.
Pero como siempre
los gobernantes no cambian nunca, despilfarran el dinero en cosas superfluas y
ponen el grito en el cielo cuando se trata de cosas importantes, es así que
pasaron más de 20 años sin que ningún gobierno diera cumplimiento a esta ley,
que ordenaba el traslado de los restos del general Salaverry a esta ciudad de
Lima y su sepultura en un mausoleo erigido por la nación, es entonces que la
viuda y los hijos del general Salaverry resuelven hacer el traslado de sus
restos por su cuenta y en forma privada, recordando su voluntad de ser
sepultado en Lima su ciudad natal expresada en carta escrita a su esposa
momentos antes de ser fusilado.
Empezaba el año 1859
y la señora Juana Pérez viuda de Salaverry escribe al coronel don Mariano
Ignacio Prado, quien era prefecto de Arequipa y al coronel don Juan Antonio
Ugarteche amigo y compañero de armas de su esposo de muy distinguida actuación
en la batalla de Yungay, les pedía que la ayudaran a cumplir el deseo del
general Salaverry «como buenos patriotas y amantes de la gloria de su esposo».
El 25 de octubre de
1859 amaneció fondeado en el puerto del Callao procedente de Islay el vapor
«Lima» en él viajaba el coronel Juan Antonio Ugarteche y traía además de su
equipaje los restos del general Felipe Santiago Salaverry mártir de Socabaya,
al pisar tierra el coronel Ugarteche dirige una carta muy breve al prefecto del
Callao que decía:
Comunico a Ud. S.G
Que soy portador de
una pequeña caja con las cenizas del ínclito general Salaverry, cuya voluntad
fue la de reposar en su ciudad natal en una tumba, con una inscripción sencilla
en la que contasen sus servicios al Perú.
Atte.
Con el acuerdo del
prefecto del Callao el pequeño ataúd fue depositado en la iglesia matriz del
puerto del Callao, en espera que el gobierno resolviera lo conveniente a su
traslación a Lima y su sepelio en el cementerio general de la ciudad.
El coronel Ugarteche
escribe al presidente de la republica gran mariscal don Ramón Castilla, quien
se encontraba de campaña en Guayaquil, en él informa de su llegada trayendo los
restos del general Salaverry diciendo:
«El día de ayer en
un pequeño ataúd he conducido con gran respeto y admiración, los despojos del
valiente y enérgico general Salaverry fusilado con otros 8 de sus gloriosos
compañeros, el 18 de febrero del año aciago de 1836 por defender la integridad
de la patria.
He creído un deber
contribuir a que se cumpla la voluntad del genio de esa campaña nacionalista,
terminada en la forma gloriosa e infortunada que ya conocemos.
Mas estaba visto que
el general Santa Cruz quiso hacer desaparecer estas meritorias memorias y lo
hubiese intentado aún más si un puñado de valientes no le pone atajo.
El general Salaverry
ve hoy día llegar sus cenizas y ellas se hallan en el Callao, en espera que
vuestra excelencia decrete los altos honores que le corresponden a un jefe
supremo del Perú, fusilado vistiendo tan alto cargo.
El diario el
«Comercio» decano del periodismo nacional y fuente para el estudio de la
historia del Perú independiente, en su edición del jueves 27 de octubre de 1859
informa a sus lectores de la llegada del vapor «Lima» procedente de Islay, del
viaje del coronel Juan Antonio Ugarteche conduciendo los restos del general
Salaverry y que ha sido depositado en la iglesia matriz del Callao.
La noticia de la
llegada de los restos del general Salaverry en forma privada, sin honores
oficiales de ninguna clase y traídos por un amigo y compañero de armas, causa
la más profunda impresión en la opinión publica.
Durante varios días
los diarios publican numerosas informaciones y comentarios sobre este hecho, se
critica al gobierno por no haber dado cumplimiento a la ley de 1839, tratan de
buscar explicaciones a esa falta que hiere profundamente el sentimiento patrio,
se lamenta que tan ilustres restos no hayan sido objeto de grandes y solemnes
homenajes, se busca saber porque fueron traídos por un amigo en forma secreta y
por ello se aplaude al coronel Ugarteche por su noble actitud.
El 8 de noviembre
«el Comercio» publica un extenso e interesante artículo de redacción titulado
«General Salaverry»
«Los restos del
general Salaverry han sido traídos desde Arequipa por un ilustre jefe, que
jamás se mostró indiferente a todo lo que tiene algo de noble, de grande, de
glorioso, el coronel Ugarteche no merece la desaprobación de los buenos
patriotas, cuyas esperanzas ha realizado del modo que le era posible.
El coronel Ugarteche
por amor a la gloria del Perú y por el entusiasmo y la amistad, ha cumplido en
parte la voluntad de la victima de Socabaya.
Estamos bien
informados y sabemos que la familia del general Salaverry, conservara siempre
un recuerdo de gratitud por la espontaneidad y el honroso desinterés del
coronel Ugarteche.
El gobierno a cargo
del vicepresidente de la republica don Juan Manuel del Mar, previa consulta al
presidente gran mariscal don Ramón Castilla, quien se encuentra en campaña
en Ecuador, ordena que se rindan honores
militares a los restos del general Salaverry.
El diario «el
Comercio» en su edición del 28 de diciembre publica la nota siguiente
«General Salaverry»
A todos los
patriotas y admiradores del ilustre general Salaverry, se les invita a asistir
al templo de la merced el día 30 de diciembre a las diez de la mañana, el
supremo gobierno ha mandado hacer los funerales por el eterno descanso del
general Felipe Santiago Salaverry, se espera que los buenos peruanos acudan a
solemnizar este acto religioso.
«El Comercio» ofrece
una amplia información sobre esta ceremonia.
«Crónica del Callao»
Se realiza una
lúcida reunión de caballeros para regresar con los restos mortales del ínclito
defensor de la independencia nacional, a este cortejo fúnebre se asociaron
vecinos y funcionarios públicos del Callao.
Restos del general
Salaverry
En el convoy
ordinario de las nueve y tres cuartos de la mañana, llegaron a Lima los restos
del general Salaverry conducido en un vagón cubierto exteriormente de tela negra
con cuatro lanzas fijas en los ángulos, otros dos en el centro y estos
sostenían un toldo con los colores patrios, fueron recibidos en la estación por
el general ministro de la guerra, autoridades civiles y militares.
El cortejo marcho de
la estación al templo de la merced, según el orden prescrito por el programa,
cuatro batidores seguidos de las piezas de artillería, a continuación un
batallón de infantería, después el cadáver con el carro fúnebre y una guardia
de honor, otro batallón y cerrando la marcha un escuadrón de gendarmes, al
salir el cadáver de la estación la tropa le hizo honores con el
arma al hombro y batiendo marcha regular.
Cuando el carro
fúnebre llego al templo de la merced los hijos del ilustre finado, tomaron el
pequeño ataúd y lo depositaron sobre el túmulo que se había levantado en la
iglesia, cuatro generales asieron las cintas a saber Molina, Cisneros, Morote y
Espinar.
El catafalco estaba
adornado con pabellón de fusiles y lanzas. Cuatro carrozas y dos obuses, cinco
centinelas apoyados sobre las culatas de los fusiles cuyas bocas tocaban el
pavimento, componían la guardia de honor del sarcófago el ministro de relaciones
exteriores Miguel del Carpio, el ministro de guerra Nicolás Freyre, el ministro
de hacienda coronel Juan José Salcedo, también se encontraban el prefecto del
departamento, el subprefecto y el intendente en traje de uniforme, seguían los
hijos del general Salaverry don Felipe y don Carlos Augusto.
La iglesia estaba
llena de gente y había muchas personas notables, los señores Ferreyros, la
Puerta, Aparicio, Aliaga, Torrico, el capitán de navío Antonio de la Haza, el
general Forcellado y otros muchos cuyos nombres no puntualizamos.
El templo se
encontraba muy bien alumbrado y el altar mayor adornado de terciopelo negro con
franjas blancas, en la plazoleta del templo se veían cuatro piezas de
artillería con su respectiva dotación, por la plazuela del teatro se hallaba
estacionado un escuadrón de caballería, en la calle Jesús Nazareno se veía el
primer batallón de gendarmes, esta línea era dirigida por el coronel Andrés
Gamarra, mayor de plaza y el cual llevaba dos ayudantes.
al mediodía termino
la vigilia y dio principio a la misa de réquiem, a la una de la tarde la caja
de madera de rosa incrustada y que contenía la osamenta del general Salaverry,
fue llevado hacia el carro mortuorio por los hijos del finado general, así
partió el cortejo fúnebre hacia el cementerio general, previos los honores
militares prescritos por la ordenanza, el coche oficial de gobierno y los
particulares aguardaban en la portería de la merced, mientras en la plaza mayor
había coches para los señores del sequito que irían al cementerio a acompañar
los ilustres despojos.
Llegado el cortejo
al panteón los coroneles Román Gonzales, Cipriano, Carrillo y Castillo tomaron
las cintas, los hijos del difunto volvieron a cargar el ataúd hasta el lugar de
la sepultura, allí se adelantó un viejo soldado de coraceros que había servido
bajo las órdenes del bravo general Salaverry, este arrojo sobre la tumba una
corona de hojas verdes, el ministro de guerra general Freyre al pie de la tumba
dijo:
Señores se ha
cumplido la ley promulgada por el congreso de 1839.
Luego el señor
Larriva pronunció un discurso, en el evoco la vida y las hazañas del general
Salaverry, que se inmolo por la patria en la plaza de armas de Arequipa,
también se refirió a la demora de los gobiernos de cumplir su voluntad de que sus
restos fueran sepultados en Lima, al respecto dijo:
«Hoy un jefe Peruano
viene a darnos una nueva seguridad de que nunca falta un Tobías que repare para
con los muertos el olvido de los gobiernos y la injusticia de los partidos, el
coronel Ugarteche amigo y compañero de armas de nuestro héroe, abre
oficiosamente la humilde y olvidada tumba donde fueron arrojados sus despojos,
empapados en su generosa sangre y consagrada por el martirio del suplicio, los
exhuma para restituirlos a su familia desolada, a esta ciudad de Lima de su
nacimiento, al panteón de la capital donde reposan las cenizas de muchos
Peruanos esclarecidos como Salaverry.
Poco después las
piezas de artillería que formaban el cortejo militar de honor dispararon trece
tiros delante del cementerio general, al ser depositados los despojos en el
nicho las banderas de palacio y del cabildo fueron descendidos a mitad de asta
en señal de duelo, en el puerto del Callao se dispararon dos cañonazos y otros
dos en Lima, los restos del general Salaverry fueron sepultados en el cuartel
San Martin letra D número 49, en esa tumba permaneció hasta que fueron
trasladados sus restos al mausoleo que le erigió la nación.
Pasaron algunos años
y en 1864 la señora Juana Pérez viuda de Salaverry y sus hijos, volvieron a
pedir al coronel Juan Antonio Ugarteche un nuevo y honrosísimo encargo, que
constituía otra prueba más de amistad y confianza, le pedían que se encargara
del traslado de Arequipa a Lima de los restos de los jefes y oficiales que con
el general Salaverry fueron fusilados en la plaza de armas de Arequipa, el 18
de febrero de 1836 y cuyo sacrificio patriótico el Perú entero rindió un
homenaje de admiración.
Es así que el 31 de
diciembre de 1864 el coronel Ugarteche se dirige a don Felipe Santiago Salaverry
hijo, la siguiente carta en la que agradece tan honroso encargo, el 7 de enero
el coronel Ugarteche escribe una nueva carta y en ella anuncia que por el
presente vapor recibirá el encargo encomendado y he incluido los restos del
comandante Pedro Herrera, que fue muerto en el puente de la ciudad
defendiéndolo bizarramente bajo las órdenes del general Salaverry.
El agente de aduana
Carlos Ronderhile escribe al señor Salaverry hijo lo siguiente:
Arequipa 7 de enero
de 1865
Sr. F.S. Salaverry
Muy señor mío:
Por el presente
comunico a Ud. el envió de dos cajones conteniendo los restos de las víctimas
de 1836, que pidió Ud. al coronel don Juan Antonio Ugarteche, va adjunto el
conocimiento de embarque.
S.S
Carlos Roderhile
El día 11 de enero
llego al puerto del Callao el vapor Ingles «Bogotá» con los restos de tan
ilustres víctimas, que fue desembarcado de inmediato y conducidos a Lima, a la
iglesia de Santo Domingo en la que quedaron depositados provisionalmente, al día
siguiente el señor don Felipe Santiago Salaverry hijo se dirigió al señor
ministro de guerra con la siguiente carta:
Lima enero 12 de
1865
Al Señor General
ministro de estado
En el despacho de
Guerra y Marina
S.G.M
Deseoso el que
suscribe de reunir bajo una misma loza los restos mortales de las victimas
inmoladas en Arequipa el 18 de febrero de 1836, solicite que se me remitiera
desde Arequipa los restos de aquellos que aun permanecían insepultos después de
29 años de su sacrificio, el vapor que arribo ayer al puerto del Callao ha traído
los restos del general Fernandini, de los coroneles Solar, Rivas, Cárdenas,
Carrillo y de los comandantes Valdivia, Moya, Picoaga y Herrera.
Como todos los héroes
que llevaron este nombre en el mundo y contribuyeron a la independencia de la república,
se sacrificaron por la integridad de ella con la mayor abnegación y obtuvieron
una clase en el ejército.
Tengo el honor de
dirigirme a Ud. a fin de que se digne disponer que los restos de estos mártires
sean conducidos al cementerio público, previas las formalidades y prácticas
religiosas que deben observarse.
Atte.
F.S.S
Pero esta carta no mereció
atención por parte del gobierno del general Pezet, el que tampoco accedió al
deseo manifestado por la familia del general Salaverry, de que se le permitiera
hacer por su cuenta los funerales y el sepelio de los heroicos compañeros de
infortunio y de gloria del general Salaverry el presidente más joven que tuvo
el Perú, de darles sepultura al lado de su ilustre jefe en el cementerio
general de Lima.
En esta época los
gobiernos duraban muy poco y terminada la guerra con España y restablecida la
normalidad en el país, el gobierno del general Mariano Ignacio Prado considero
un deber de estado cumplir con la ley dada por el congreso de Huancayo, que
ordenaba que los restos del general Salaverry descansara en un sepulcro de mármol
erigido por la nación.
El 24 de noviembre
de 1868 el congreso acordó que los restos de los jefes militares fusilados en
Arequipa el 16 de febrero de 1836, fueran sepultados con honores militares y
que se elevara a su ilustre memoria un mausoleo que la perpetúe.
En resolución
legislativa dice:
Lima 24 de noviembre
de 1868
Excmo. Señor
Presidente de la Republica
El congreso ha
resuelto que los restos del general Fernandini, la de los coroneles Cárdenas,
Carrillo, Rivas, Solar y Valdivia, de los comandantes Moya, Picoaga, Herrera,
que fueron trasladados de Arequipa a esta capital y que se hallan en el
convento de Santo Domingo, sean sepultados en el cementerio general, con sus
respectivos honores militares elevando la ilustre memoria de todos ellos en un
mausoleo que la perpetúe.
Comunicamos a V.E
para su inteligencia y cumplimiento
Dios guarde a V.E
José Rufino
Echenique
Juan Oviedo
Presidente del
Senado
Presidente de la Cámara de Diputados
Francisco Chávez Modesto
Basadre
Secretario del
Senado
Diputado secretario
Fue el presidente José
Balta quien puso el cúmplase a esta resolución legislativa, por resolución
suprema el 1 de febrero de 1869 autorizo
al prefecto de Lima a invertir 1,000 pesos a la indicada ceremonia fúnebre.
El diario el
Comercio en su edición del 17 de febrero de 1869 da cuenta de la ceremonia de traslación
de los restos de los jefes militares fusilados en Arequipa, del convento de
Santo Domingo al cementerio general y de las ceremonias.
Honores Fúnebres
Tal como se había
anunciado, se reunieron ayer a las diez de la mañana las corporaciones en el salón
de palacio, de allí se dirigieron al templo de Santo Domingo donde se ha oficiado
las pompas debidas a las exequias tributadas a la memoria de los valientes héroes,
Fernandini, Carrillo, Rivas, Cárdenas, Moya, Picoaga, Solar, Valdivia y
Herrera, que fueron ejecutados en Arequipa por orden del usurpador general
Santa Cruz, cuyos restos permanecían depositados en el referido templo.
La iglesia de Santo
Domingo se hallaba suntuosamente enlutado, un hermoso catafalco cuya cúspide
estaba sostenida por columnas y arcos ojivales destacaba en el centro, al pie
de aquel y en medio de grandes flameros y trofeos de guerra, se veían las nueve
urnas cinerarias, al centro el altar destinado al sacrificio de la misa en la
que pontifico el señor obispo de Puno fray Ambrosio del Valle; la orquesta
compuesta por los mejores músicos ejecuto durante la vigilia las piezas más
variadas, siendo una de ellas del profesor señor White, seguida de la música de
la misa réquiem perteneciente al célebre Passini.
La oración fúnebre
fue pronunciada por el presbítero doctor Núñez, cuya reputación como orador es
reconocida por el público, concluido este acto los restos fueron conducidos al
cementerio observándose en la marcha el siguiente orden:
Una mitad de caballería
Una sección de artillería
volante
El carro mortuorio
La guardia de honor
El coche de gobierno
completamente enlutado
Muchos coches
particulares
Una comisión de la
beneficencia presidida por el doctor Lino de la Barrera, recibió en el
cementerio los restos y estos fueron colocados momentáneamente en la capilla,
luego el doctor Lino de la Barrera dijo:
Señores:
Me ha cabido el
honor de presidir la comisión encargada por la sociedad de beneficencia, para
recibir los restos de nuestros valientes compatriotas que hace 33 años
perdieron la vida por defender la integridad de la nación, es muy justo que se
hiciera honra a sus memorias, la beneficencia se congratula de embellecer este
cementerio con tan apreciables cenizas, ellas serán conservadas con respeto y veneración
que merecen tan ilustres víctimas.
Señores hagamos
votos al eterno por su feliz descanso.
Enseguida don Ramón
Rojas y Canas, también leyó un sentido discurso recordando las virtudes y heroísmo
de tan ilustres víctimas, tributando a la vez un voto de justicia al gobierno
que ha sabido colocarlas en el lugar en el que desde hace mucho tiempo debían
encontrarse.
Por ultimo de la
capilla fueron conducidos los restos al cuartel de santa Ana y depositados
provisionalmente en el monumento que se veía en el centro, hasta que se les erija
el mausoleo que estaba decretado, llevaron las cintas el ministro de guerra,
los generales Allende, Medina, Freire, Morote, Buendía y Segura.
Pero este mundo no sería
tan malo, si no hubiera en el los gobernantes que hay, guías ciegos los
denomina la biblia «guías ciegos que creen ver el mosquito y no ven al camello»
y así pasaron algunos años más nunca se supo que paso con los restos del
general Fernandini y de sus compañeros, porque fueron retirados del cuartel
santa Ana donde fueron enterrados al ser vendido ese terreno al doctor
Francisco García Calderón quien lo adquirió por encargo de la familia Goyeneche
para construir allí su mausoleo.
A propuesta del
presidente del centro de estudios históricos militares, el general de brigada
don Felipe de la Barra y su junta directiva en sesión del 8 de enero de 1953, acordó
nombrar una comisión formada por los miembros de número:
Contralmirante
Manuel Nieto, del doctor Pedro Ugarteche, del capitán de fragata Eduardo
Carrillo, del doctor Manuel Labarthe, doctor José Antonio Jiménez León y del
doctor Cesar García Rosell, para que investigaran en el cementerio presbítero
maestro el lugar en el que se encontraban sepultados los restos del general
Fernandini y de sus ilustres compañeros de armas y sacrificio.
la junta directiva
de este centro de estudios históricos al designar esta comisión, no solo cumplió
un deber sino que también recogió un anhelo de la opinión publica, seriamente
preocupados de la suerte que podían haber corrido estos restos y que era
seguido con vivo interés, el 24 de enero de 1953 el general de la Barra dirigió
un oficio al señor presidente del directorio de la sociedad de beneficencia pública
de Lima, doctor Eleodoro Romero Romaña, informándole del nombramiento de la comisión
y solicitándole ordenara se les prestara todas las facilidades necesarias para
el cumplimiento de la labor encomendada.
El presidente del
directorio de la sociedad de beneficencia doctor Romero, ordeno inmediatamente
que se le diera a la comisión todas las facilidades, tanto de las oficinas de
archivo como los del cementerio, no solo cumplieron esa orden sino que se
esmeraron en colaborar con la comisión.
Se revisaron los
registros e informes, el copiador de resoluciones, decretos de la dirección,
copiador de notas e informes, el índice de acuerdos de juntas generales, toma
de razón de particulares, toma de razón de los ministerios, acuerdos de juntas
permanentes, libro de contaduría, protocolo de expedientes de mesa de partes.
Sin encontrar en ninguno
de ellos dato alguno que arrojara la menor luz, sobre el lugar al que fueron
trasladados los restos del general Fernandini y de su compañeros, la investigación
que la comisión realizo en el cementerio general tampoco fue afortunada, fueron
abiertas y examinadas cerca de cien tumbas que por carecer de inscripción se creyó
podían guardar los restos próceres que la comisión buscaba, también se
realizaron investigaciones en varios mausoleos, finalmente se hizo una excavación
de varios metros de profundidad delante del mausoleo del general Salaverry la
que tampoco dio resultado alguno.
La comisión duro más
de tres meses, con posterioridad a esta investigación de la comisión y en vista
de sus resultados, el centro de estudios históricos militares, coloco una hermosa
placa de bronce en el mausoleo del general Salaverry conteniendo los nombres de
los heroicos jefes compañeros suyos de infortunio y de gloria.
El doctor Pedro
Ugarteche dijo:
«Es para mí un honor
el haber sido designado por el presidente del centro de estudios históricos
militares, general de la Barra para formar parte de esta comisión encargada de
buscar los restos del general Fernandini y de sus ilustres compañeros, lamento
profundamente el que estos esfuerzos no tuvieran éxito, por lo que estos restos
próceres significan para todos los Peruanos, también porque fue mi abuelo el
coronel don Juan Antonio Ugarteche(1), quien se encargó de organizar su
traslado de Arequipa a Lima, años después
de haber traído personalmente desde esa ciudad los restos del general Felipe Santiago Salaverry, en atención al muy
honroso encargo que recibiera de la señora Juana Pérez de Salaverry y de sus
hijos, que el cumpliera con la mayor solicitud y desinterés.
(1)
El coronel don Juan
Antonio Ugarteche y Posadas, nació en la ciudad de Salta (hoy república
Argentina) en donde su padre era teniente coronel de las milicias del Rey, el
coronel Juan Antonio Ugarteche aparece citado en forma muy honrosa en los partes
de batalla de Tarqui y de Yungay, fue presidente del consejo de ministros
durante la campaña de la restauración de 1865, comandante general de artillería
el glorioso 2 de mayo de 1866, el escritor Chileno Benjamín Vicuña Mackenna en
su libro «Diez meses de misión diplomática» ofrece la siguiente semblanza:
«El coronel
Ugarteche padre político del presidente Mariano Ignacio Prado y Ochoa, tiene
fama de probo y de valiente, fue el que al subir al cerro pan de azúcar en la
mañana del 20 de enero de 1839, apeándose de la mala mula que montaba la
derribo de un balazo y dijo con calma estoica (no necesito bestia, si nos
vencen yo no sé arrancar, si triunfamos tendré mejor montura) y subió el cerro
con el denuedo de un héroe de la antigüedad; habla poco y oye menos pues padece
de sordera, además es padre de unas hijas adorables, la más bella María
Magdalena Ugarteche Gutiérrez de Cossío es la esposa de Mariano Ignacio Prado
Presidente del Perú, el coronel juan Antonio
Ugarteche durante el combate del dos de mayo se mantuvo de pie sobre uno de los
reductos, descubierto al fuego enemigo y todo el tiempo fumando, pues es un
fumador empedernido y todo sin pronunciar una palabra; los historiadores más
notables de esa época como don Mariano Felipe Paz Soldán, el general Mendiburu,
don Nemesio Vargas, el deán Valdivia lo recuerdan en varios pasajes de sus
obras, con actuación distinguida y destacada en importantes acontecimientos políticos
y militares.