Un solo ritmo impulsa la historia de los pueblos latinoamericanos, desde
los días de nuestra primera revolución emancipadora hasta las horas
actuales en que vivimos.
Las mismas causas sociales, políticas, éticas y administrativas,
inspiraron en todos ellos el profundo deseo de rebelarse, pues en todas
las colonias Españolas existían las mismas lacras, la misma desigualdad
social, política y económica, la exclusión irritante por lo
injustificada, los abusos contra los aborígenes protegidos por las leyes
de indias, pero expoliados por los encargados de cumplirlas, los mismos
vicios en los burócratas y en la justicia, el mismo anhelo de buscar
una nueva forma de gobierno.
Las luchas tienen análogas coincidencias, las primeras manifestaciones
se manifestaron tanto en Granada como en México, en el Perú como en
Buenos Aires; al principio se carecía de la coordinación indispensable
para el éxito, los esfuerzos aislados fracasaron, en la gran Colombia el
patriota Francisco Berbeo, la sublevación de Zela y Pumacahua en el
Perú, la revolución incruenta de 1809 en Quito, el fracaso de Saavedra
en Buenos Aires, la junta de toro en la capellanía de Chile, la de Juan
Pio Montufar en la capellanía del Ecuador, las sociedades secretas en
Lima, el aislamiento Mexicano provoca el desastre de los curas Hidalgo y
Morelos, cada colonia paga caro así mismo por el error.
Luego comprenden la necesidad de aunar esfuerzos y la idea de libertad,
prende en su múltiple, rico y sagrado contenido, que abomina todo
intento de coerción sobre las creencias, las mentes y las infinitas
posibilidades de desarrollo y expresión; es así como don José de San
Martin mediante habilísimas maniobras logra el paso de los andes, los
triunfos de Maipú y Chacabuco, San Martin el criollo de Yapeyu, el
intendente de Cuyo, el héroe de los andes, el vencedor de Marco y de
Osorio, parte de Valparaíso el 20 de agosto de 1820 y llega a Paracas,
llamada después bahía de la independencia el 8 de setiembre de 1820,
para arrojar la chispa libertaria con la campaña exitosa de Álvarez de
Arenales en la sierra, luego desembarca el libertador en Huaura y
finalmente un día inolvidable, el 28 de julio de 1821 desde los balcones
del cabildo de Lima, empuñando en sus manos la bandera bicolor, símbolo
de la Peruanidad declara “ desde este momento el Perú es libre e
independiente, por el voto general del pueblo y por la justicia de la
causa que Dios defiende”.
“TODA LA HISTORIA NO ES MAS QUE UN LARGO ALEGATO
POR LA LIBERTAD HUMANA”
LANFREY
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