Corría el año 1535 y Lima era apenas
un esbozo de ciudad, chozas desperdigadas, acequias rusticas, casas a medio
construir con mangles, cañas y cajas de barro, asomo de torres, atisbos de
balcones, la ciudad de los reyes que con el tiempo habría de crecer
prodigiosamente, hasta llamar la atención de viajeros cultos y enterados, de
ciudades lucidas y colmadas de la vieja Europa, se realizó la primera junta de
vecinos y con orador designado por el cabildo, en la plaza de esta ciudad el
mismo año de su fundación.
El orador designado fue Hernando Pizarro,
quien ya había conocido y estado en Lima el año 33, fue uno de los primeros que
aprecio el hermoso valle que atraviesa el rio Rímac, Estete dejo en su relación
interesantes pormenores de aquella entrada, que sirvió sin duda al futuro Márquez
Francisco Pizarro y sus compañeros, para escoger en el asiento del cacique de Lima
la sede para la cabeza del nuevo reino, ganado para gloria de doña Juana y del
Rey Carlos V.
Hernando Pizarro era el más simpático
de los Pizarro, educado y muy orgulloso, de una vitalidad tan poderosa que vivió
hasta los cien años, a pesar de haber estado 20 años en prisión la que soporto
con estoica serenidad y digna compostura, Hernando era de hidalgo origen y se
sentía pagado de la legitimidad y claridad de su sangre, no obstante siguió la
bandera del hermano ilegitimo don Francisco Pizarro.
Hernando Pizarro fue rumboso y amante
del boato, a él debe Francisco Pizarro la resuelta ayuda de Carlos V, por él
pudo reunir una escuadra tan numerosa como bien surtida, pues Hernando había
hablado con el emperador ya que era galano y de palabra fácil, pero soberbio y
altanero, tenía atractivo y sugestión cuando quería, también era rencoroso en
grado sumo como lo demostró con Almagro, Hernando se presentó en España con magníficos
presentes, oro en abundancia y una exquisita profusión de objetos del arte
indígena, que produjeron sensación en la corte pero no fueron apreciados en su
valor, fueron tomados como muestras idolátricas y fundieron el metal.
Volviendo a nuestra historia era un día
de noviembre de 1535, Hernando Pizarro platico varias veces con Francisco Pizarro
y con alcaldes y regidores, de la conveniencia de enviar donativos al monarca
en gracia de las mercedes recibidas y por recibir, el cabildo trato gravemente
el punto en reunión especial, se acordó como se ve en la página LXIII del
primer libro, que el 12 de aquel mes y año todos los vecinos se juntaran,
tañeron todas las campanas, lo que confirma que desde el comienzo ya hubo
sonoros bronces en esta ciudad tan de campanas y tan de campanillas.
Se pregono así y fue Hernando Pizarro
el encargado para hablar al pueblo reunido, se citó a todos bajo pena de multa
de cien pesos de oro a los remisos, de la cual la mitad seria para el fisco de
su majestad el Rey, la otra parte para el acusador y juez; era la tarde del 12
de noviembre de 1535, bajo pregón y campana Hernando Pizarro acompañado por el
gobernador Francisco Pizarro, los alcaldes Ribera y Tello, los regidores, se
pidió silencio y Hernando Pizarro hablo con elocuencia de la necesidad de
enviar al soberano un donativo.
El cuadro puede rehacerse fácilmente
en su contrastada vistosidad, pobreza en el ambiente urbano, pero relumbrante y
resplandeciente en el atuendo de los conquistadores, que sobre las corazas
llevaban como describen los cronistas, joyas muy valiosas, galanas plumas y
costosos arreos, es bien sabido que entre los conquistadores los hubo de mucha
prestancia, de buen linaje, de señoriales hábitos, aun entre los aventureros
sin solar conocido y paupérrimos de origen, el gusto por las galas y el afán de
señorear imperaban, dentro de cada español por humilde que parezca siempre hay
un señor, un gran señor, fama dejaron y los cronistas lo dejan ver, Hernando y
Gonzalo Pizarro, los Almagro, especialmente el llamado el mozo por la
fastuosidad y pompa de sus atavíos.
Debió ser pintoresco y hermoso el
cuadro en su primitiva sencillez, la pompa de los hombres y la gris y pobre
simplicidad de las cosas que los rodeaban, en el inicio de esta ciudad de los
reyes.
“la mejor madera es la del árbol que
ha crecido mucho tiempo”
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