jueves, 26 de enero de 2017

LA CLEPTOCRACIA

Bajo el sistema democrático se suponía que los actos de corrupción serian reducidos hasta casi desaparecer, pero hoy nos encontramos con que una empresa o varias empresas transnacionales tenían en la cartera a los gobiernos que han pasado.
 

Convirtiéndose en gusanos serviles de esta oligarquía de la riqueza, para esto huellan nuestros más sagrados principios haciendo dictar leyes y más leyes, que solo sirven para encadenar a la gente sencilla y uncirla al carro de los poderosos, para que estos puedan seguir amontonando inútiles riquezas, esta ha sido nuestra única herencia en generaciones sin cuento.
 

Estamos afrontando un gigantesco sistema de corrupción, una bien organizada y despiadada maquinaria delictiva, mil veces peor que la delincuencia callejera que asola a la nación, tenemos que luchar contra una ola de crimen organizado cuyo único objeto es arrebatar los dineros públicos que tanto cuesta adquirir, dejando de hacer obras y caminos, puentes, hospitales, etc.
 

Las empresas brasileras usaron a todos los que podían para conseguir lo que querían, se metieron a jugar con algo tan explosivo que les estallo en las mismas narices, ahora ya todo se ha descosido por los cuatro costados, mi abuela decía “con la cuchara que escogiste con esa has de comer tus sopas”.
 

El general Mac Arthur afirmaba que la democracia no era para los pueblos débiles e ignorantes, débiles para defender sus libertades y olvidar los agravios prontamente, dejando de vigilar que es el precio de la democracia, la inconstancia, la inestabilidad, el de tener instituciones débiles y tan bien corruptas, por eso es posible para caudillos egoístas conducir al pueblo por caminos malsanos.
 

Tomas Jefferson decía “solo el error necesita apoyo del gobierno, la verdad puede cuidarse ella sola, no hay peligro en que el pueblo lo sepa todo, tanto lo verdadero como lo falso, pues es capaz de formarse un juicio correcto”.
 

Yo vi del polvo levantarse audaces
Dominar y perecer coimeros
Atropellarse efímeras las leyes
Y llamarse virtudes los delitos.
                                                     Moratín.

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